jueves, 2 de agosto de 2012

El Instituto Marianista era un colegio muy "comprensivo y dialoguista"...

En Octubre de 1991, cuando cursaba mi segundo año de la escuela secundaria en el Instituto Marianista, ¡y tras haber sufrido, junto a otros niños alumnos, los abusos sexuales perpetrados por el entonces hermano marianista y docente Fernando Picciochi, en 1989 y 1990!, "la Dirección" del Colegio Marianista, le "informaba" a mis "padres" que estaba "muy comprometida" mi "continuidad en el Colegio el año próximo".

El tono áspero e imperativo de la "carta", cerrado a toda posibilidad de diálogo, y su espíritu netamente arbitrario, son una cabal muestra del clima profundamente autoritario y violento que sufríamos los alumnos del Colegio Marianista de aquellos años.

Cabe recordar que el entonces religioso marianista Fernando Picciochi me había chantajeado, explícitamente, con su "conocimiento" de mi "situación de vulnerabilidad institucional" en 1989, cuando estaba terminando mi escuela primaria, y sentía un profundo temor ante la posibilidad de ser expulsado de la institución (que al año siguiente, en 1990, se hacía mixta, y, por eso, las autoridades nos hacían sentir que muchos "sobrábamos", ya que se "necesitaban abrir vacantes" para el ingreso de las chicas).  

A su vez, en 1991, mientras el Colegio Marianista intimidaba a sus alumnos con "cartas" como esta (llamadas por nuestro preceptor como "las cartitas del amor"), la institución tomaba conocimiento de la agresión sexual de Picciochi hacia un alumno de la secundaria, sin tomar ninguna medida sancionatoria con respecto al religioso.

Finalmente, y gracias a la lucha inclaudicable de quienes fuimos las víctimas, recién más de veinte años después (¡en el juicio oral y público donde el ex hermano marianista Fernando Picciochi sería condenado por "corrupción de menores calificada y reiterada"!), este contexto represivo y autoritario del Colegio Marianista del que da cuenta la presenta carta (como simple "botón de muestra"),  donde los abusos de poder entre adultos y niños eran la norma, quedaría contundente y judicialmente acreditado (al igual que el conocimiento institucional de la agresión sexual del condenado Picciochi hacia un alumno, en 1991, sin que mediase ninguna sanción en contra de este agresor).






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